Portada Anterior Siguiente Índice | 4. El período salitrero

4. El período salitrero


Entre las décadas de 1870 y 1880, el litoral y el desierto del norte grande, adquirieron mayor importancia económica por los descubrimientos de minas, yacimientos de guaneras en la costa y los mantos salitreros. El auge de estos recursos incentivó el surgimiento de nuevas empresas, como también una nueva prefectura en Caracoles, donde la capital del departamento se ubicó en Antofagasta. Evidentemente todos estos cambios de carácter más modernos y asociados a la proliferación de centros urbanos, alteraron la forma de vida de las poblaciones del interior de los oasis y valles atacameños.

Existieron tres recursos y centros mineros de importancia. Caracoles era el nombre de un yacimiento de plata distante a unos noventa kilómetros de San Pedro de Atacama, el cual fue descubierto en el año 1870 por cateadores chilenos y persistió hasta el año 1880, primero bajo la administración boliviana y después bajo la chilena. Chuquicamata es un yacimiento de cobre que agrupó a una serie de minas ya conocidas y explotadas por los “mineros” atacameños antes del tiempo inka; y fue en el siglo XX que comenzó a operar industrialmente en manos de la Compañía Chilean Exploration. Esta será la gran minería de producción de cobre a gran escala conocida como Chuquicamata, que continúa sus operaciones hoy en día. En tercer lugar, se encuentran las numerosas oficinas salitreras del desierto que cubrieron un amplio período de explotación, sin embargo el mayor auge se sostuvo entre los años 1880 a 1890. Es por ello que a mediados del siglo XIX, las necesidades de abastecimiento que surgieron de estas labores extractivas, fueron proveídas en parte por los recursos locales y transcordilleranos, predominando los potreros de alfalfa de los oasis y valles atacameños, y aquellos localizados a lo largo del río Loa y tarapaqueños, como también la demanda de gran contingente de mulares argentinos que fueron utilizados como animales de tiro –carretas-, en las faenas salitreras[123].

En los tiempos de ‘bonanza’, San Pedro de Atacama fue uno de los grandes abastecedores de insumos para las ciudades y centros salitreros[124]. A través de la arriería, los atacameños fueron los intermediarios del comercio fronterizo y de la sustentación del ganado en pie. Pero no sólo los arrieros atacameños eran irremplazables en el conocimiento de la geografía y las rutas, sino que también los gauchos mestizos y criollos salteños como aquellos del valle de Cachi, que recuerdan las travesías cordilleranas de sus antepasados hacia los centros salitreros. Por su parte, los de Salta se detenían en Socaire, San Pedro de Atacama y Calama para el descanso del ganado, ocasión también oportuna para informarse de las demandas de carne en las salitreras, al tanto que los atacameños les ofrecían alfalfa. Desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX, los potreros de San Pedro de Atacama fueron gradualmente prósperos, hasta la construcción del ferrocarril Oruro-Antofagasta en el año 1892, que afectó el flujo arriero -de las recuas de ganado por tierra- hacia las salitreras del desierto. Esto se debió porque la red ferroviaria permitía un eficiente y numeroso transporte de animales que superó las posibilidades de la arriería a larga distancia. Sin embargo, se mantuvo el arreo local y el comercio trasandino. Un caso más drástico -y como consecuencia de la incorporación del ferrocarril- fue la inestabilidad del manejo de recuas de mulas que se concentraban en Calama y de su capacidad forrajera; sin ir más lejos, Calama era un gran potrero de alfalfa y paradero obligado dentro de los tramos que desembocaban en las oficinas salitreras, por tanto tuvo que reajustar su actividad para no convertirse sólo en una estación de ferrocarril[125].

Pero también el impacto del ferrocarril -que unía Bolivia con Chile- influenció en el desarrollo de la actividad minera, permitiendo integrar la zona del interior con el resto del país. Con esta situación, en general los poblados atacameños no se vieron muy afectados, sino más bien aquellos que se encontraban al paso del tren.

“La vida tradicionalmente organizada en comunidades en donde se combinaban las labores familiares y colectivas a través de las actividades de agricultura y pastoreo, se mantuvieron sin cambios sustantivos, a pesar de que el auge de la arriería les restaba mano de obra. Sólo se restringieron las labores de arriería en aquellos tramos localizados a lo largo de la red ferroviaria[126].”

Pero mientras existiera salitre, las producciones de las tierras forrajeras del Loa y San Pedro de Atacama, se reorientaron hacia las salitreras en la colocación y mantenimiento de productos alimenticios y abundante pasto para los mulares de la pampa y otros centros minerales. Con los intensos movimientos, contactos comerciales y sociales, poco a poco Calama y Chuquicamata fueron recibiendo a las poblaciones atacameñas, que en una gradual migración -también fomentada por los cierres de frontera en tiempos de la República de Chile-, fue generando con el tiempo un paulatino deterioro de sus huertos y potreros de origen[127].


[123] Ibíd.: 203, 211, 212, 253, 255. Y Rivera, Francisco. “Identidad en el laberinto: la búsqueda del sentido étnico en San Pedro de Atacama”. Estudios Atacameños Nº 11, pp. 185-194. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1994. p.192.
[124] Rivera, Francisco. “Procesos de articulaciones socio-identitarias y reformulaciones étnicas en Atacama”. Estudios Atacameños Nº 13, pp. 61-73. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1998. p.65.
[125] Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto... Op. cit.: 216, 217, 255.
[126] Ibíd.: 219, 220.
[127] Ibíd.: 256.