Portada Anterior Siguiente Índice | 5. Región Atacameña, Estado Chileno y Economías Capitalistas

5. Región Atacameña, Estado Chileno y Economías Capitalistas


El período que se enmarca hacia fines del siglo XIX, se inicia con la invasión militar chilena a la región y con la consecuente anexión territorial de la zona de Atacama al Estado de Chile. Desde 1879 en adelante, la zona experimenta bruscos cambios porque con el alza de la explotación y exportación de salitre -y posteriormente el cobre- aumentó sustantivamente la población. Este es un momento clave en la historia de Atacama y en un sentido más global, también, porque se asiste al nacimiento del capitalismo[128].

5.1. El orden Republicano chileno... miradas distantes

Terminada la Guerra del Pacífico, recién en el año 1883 la región se incorpora a la soberanía chilena junto con el resto de la Puna, aunque “de facto”. Fue en 1888 que por ley se crea el Departamento de Antofagasta, donde se establece a San Pedro de Atacama como capital de la 9ª subdelegación que incluía pueblos y asentamientos del Salar, y los territorios de la puna de Atacama[129]. En el año 1885 -y ya consolidando el dominio geopolítico sobre la región- se maximizó la explotación minera del desierto como también las políticas de Integración Nacional en los planos de la jurisprudencia[130]. Sin embargo, catorce años más tarde Chile debió ceder a Argentina una porción de esta región, de acuerdo a un juicio arbitral a cargo del Gobierno de los Estados Unidos. Estos cambios en términos administrativos, consiguieron demarcar fronteras en un territorio aún percibido por los atacameños como uno sólo; donde también “... cada burocracia estatal trató de ‘dibujar’, para sí misma, una determinada representación de los espacios, territorios, poblaciones y riquezas, necesarias para fijar los límites del ejercicio de la soberanía...”[131].

La mirada de los funcionarios chilenos hacia los indígenas de la puna, fue la de comunidades aisladas de todo contacto externo y al margen de la “... civilización y el progreso...”[132]. La siguiente cita da cuenta de esta percepción, junto con la distinción de la población:

“Mientras los indios del lado occidental viven reunidos en poblaciones, los del lado oriental viven apartados unos de otros... De allí proviene el relativo adelanto de los que llamaré ‘occidentales’, mientras que los orientales están aún casi en las tinieblas del coloniaje[133].”

Asimismo, los exploradores Bertrand y San Román, también diferenciaban a los indios “civilizados” de San Pedro de Atacama, de aquellos de “raza pura” de la puna; los últimos eran descritos como de aspecto repugnante y en estado semisalvaje, entre los límites de la humanidad y animalidad[134]. La siguiente cita, explica más claramente esta visión de fines del siglo XIX:

“Estábamos en plena puna de Atacama, en medio de aquella raza indígena degenerada, uraña a todo contacto con el hombre social; envilecida por la humillación; embrutecida por una ignorancia que excluye toda noción de cultura i lleva cada día más i más a esas pobres jentes al divorcio con toda idea de civilización[135].”

La población indígena localizada en la puna no fue considerada como potencialmente chilenizable y en parte también, se excluía a la localizada en las tierras bajas de la subdelegación. Desde la visión chilena, la categoría “indio” no tenía alguna relación con un tipo de pertenencia nacional: “Según el intendente de Antofagasta, la única dificultad que presentaba la administración de San Pedro de Atacama era la falta de chilenos, pues sus habitantes son en casi su totalidad indios”[136]. Prima hacia los inicios del período republicano, un discurso de marginalidad y aislamiento respecto de los indígenas, pero hubo voces indígenas, aunque escasas en la documentación, representadas por sus dirigentes que interlocutaron con los poderes regionales y nacionales, incorporando el manejo de sistemas gráficos en su interpelación ante las autoridades[137].

En un segundo momento, las políticas de constitución de soberanía y el proceso intenso de chilenización en los territorios atacameños, se materializarán a comienzos del siglo XX[138]:

“... a los atacameños se les obligó a nacionalizarse como chilenos o, al contrario, a optar por permanecer como bolivianos y -en ese caso- a abandonar sus tierras (...) Si bien se trata de una situación que no terminó con “el problema del indio” como se lo llamó también en otros países de América Latina, si puso fin a su fase de violencia más abierta y dio paso a un proceso de implantación de las estructuras estatales en la zona (...) los indios de Chile saldrán de los discursos oficiales como objeto de preocupación nacional y quedarán básicamente relegados a una discusión aparentemente de carácter mas bien regional[139]...”.

Como se revisó anteriormente, a comienzos del siglo XIX la independencia de las colonias americanas por sobre la corona española, también planteó la cuestión de la igualdad entre los distintos segmentos sociales que ya estaba entretejida y construida en la colonia: “...los ‘indios’, una categoría estamentaria originada en un ordenamiento colonial con claras huellas feudales, era uno de ellos...”[140]. Lo que se buscaba era la implantación de principios republicanos y democráticos a través de la igualdad formal y de la soberanía ejercida por los propios ciudadanos en un concepto mayor de construcción de nación. Sin embargo, para los indígenas, tanto la igualdad como la ciudadanía, en los hechos no fue real[141]. El Estado entonces, resolvió la cuestión de las sociedades indígenas por medio de la asimilación, a través de medidas tendientes a la desaparición de la distintividad e identidad étnica en la fusión con la población mayoritaria; al menos en los atacameños del norte de Chile se manifiesta “... la existencia de procesos de asimilación y un activo involucramiento indígena en la incorporación desde el momento en que estos territorios pertenecían todavía a Bolivia...”[142].

De este modo, para el Estado chileno la zona del interior no tenía importancia, excepto cuando se trataba de temas fronterizos. Lo que realmente importaba y en lo que el Estado se hacía presente, era la zona salitrera y los puertos, manifestándose través de la permanencia de pequeños destacamentos de guardias, policías y algunos administrativos como los subdelegados[143]. En definitiva, todo el proceso de instauración de la soberanía chilena sobre los territorios anexados, particularmente en las regiones cordilleranas, no tuvo una presencia estatal sólida, remitiéndose al nombramiento de autoridades locales, sólo si la jurisdicción chilena peligrase; aquí los indígenas representaban una población heredada dentro del proceso de anexión territorial[144]. El territorio del interior se abre a un intenso proceso de chilenización, porque definitivamente durante la posguerra del Pacífico, la administración chilena se hace cargo de territorios y poblaciones andinas ‘marginales’ y de difícil ‘lectura’, toda vez que hasta esa época la visión de la construcción de una idea de país, no contaba con gentes, culturas y tierras altoandinas.

5.2. Una relación moderna entre Estado y población indígena en Atacama

El Estado reconocerá a esta población de Atacama como eventuales ciudadanos, al menos de un modo nominal, y esta será la imagen de la relación moderna que se separará de la previa experiencia boliviana.

Al momento de la ocupación chilena, se señaló que quedaban abolidas las obligaciones fiscales -contribución indigenal-, indicando que en lo sucesivo, el ejército de Chile, el Estado, el gobierno y los funcionarios del Estado, tratarían a la población indígena como un habitante más de la región. Esta imagen se distingue y se separa diametralmente de la relación neocolonial entre el Estado boliviano y la población indígena de esta zona durante el siglo XIX. Pero sin embargo, aquella fue una acción interesada que claramente se dirige a ganar la voluntad de la población indígena y doblegar una eventual resistencia[145].

La idea de que todos los individuos serán tratados en iguales condiciones, marcará un cambio importante, porque en la práctica la visión de los propios agentes del Estado, fue la de tratarlos como obreros, campesinos, trabajadores de la faena, pequeños productores, habitantes rurales, gente de la zona interior y no como indígenas[146], es decir que esa “modernidad” significó la negación de una identidad propia, puesto que fue asimilacionista.

En relación con la chilenización, se organizaron -a modo de las brutales ligas patrióticas- persecuciones en términos de que los bolivianos debían ser expulsados a Bolivia; otro tanto importante ocurrió en la primera región con los peruanos que debieron refugiarse en el Perú. Este proceso generó también pautas nacionalistas y racistas entre los chilenos[147], visión que en lo sucesivo se incrustará durante el siglo. El proceso de chilenización se intensificará con el establecimiento de numerosas escuelas en el norte del país. Así, en las primeras décadas del siglo XX aumentó la escolaridad en las zonas atacameñas, donde al menos en las comunidades más importantes había escuelas. Esta estructura estatal implantada en la zona, si bien opera como un instrumento de “chilenización” y por tanto de occidentalización, las transformaciones que tuvieron lugar, en cierta medida influyeron para que dentro de las mismas comunidades surgiera la inquietud por integrarse al sistema educacional[148]. Pero la escuela tuvo sus antecedentes más antiguos en la administración del General Francisco de Argumaniz Fernández, porque en 1777 se fundó una de las escuelas más tempranas en la región, en Toconao. Con todo, en el siglo XX se inicia en buena medida, la chilenización de estas zonas fronterizas[149].

5.3. Campesinado andino atacameño y economías de enclave en perspectiva

El patrón de integración regional atacameño, tendrá relación con la vida rural de los pequeños productores atacameños. Desde el punto de vista económico, en el período entre los años de 1879 y 1929, se constata una mayor incorporación al mundo obrero. Si se recuerda, esta es la época más activa del ciclo salitrero en la región que demandó muchos recursos alimenticios, animales y transporte. Algunas de estas demandas se canalizaban en dirección a la fuerza de trabajo y en los recursos que manejaban las comunidades andinas, junto con la incorporación atacameña al ciclo salitrero a través de las actividades de arriería y mano de obra[150].

Alrededor de 1930, los pobladores de Atacama se ocupaban en las actividades agrarias, arriería, crianza de animales, etc., y a partir de esa fecha, comenzarán a concentrarse en la minería, ya sea migrando a las salitreras o hacia Chuquicamata[151]. La inserción en la sociedad chilena, se verá facilitada por la conexión con las estructuras urbanas de este centro minero[152].

A fines de la década del treinta, el Estado chileno se hace socialmente incluyente y los sectores sociales pasan a formar parte de un proyecto de sociedad que buscará el progreso y la modernidad. El Estado buscaba que las poblaciones indígenas fueran incluidas a través de la participación ciudadana en la expresión del ejercicio de derechos civiles, políticos, inclusión en los accesos a servicios y colaboración social desde el Estado[153].

Entre la promulgación de la Constitución de 1925 y la crisis económica de 1930, que implicó graves desajustes en las economías locales, particularmente en las comunidades atacameñas, “... aparecen las leyes sociales, además de una orientación corporativista, con la fundación de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) en 1939...”[154], que promovió un cambio del rol del Estado, posibilitando la intervención de sus funcionarios en asuntos locales.

Después de la crisis de 1929, se suceden una serie de acontecimientos que impactaron en la economía atacameña y donde el Estado intervino. Primero, y por la crisis del salitre, no sólo hubo despidos masivos producto del cierre de las oficinas del desierto, sino que disminuyó notablemente la demanda de carne y en general de aquellos bienes de carácter alimenticio, donde los atacameños -como intermediarios- tuvieron un rol importante en dichos abastecimientos; con ello se quiebra el sistema de arreo de ganado hacia las salitreras, situación que ya venía gestándose en parte, con los efectos del ferrocarril Oruro-Antofagasta. A lo anterior se suma otra construcción ferroviaria, ahora entre Salta-Antofagasta -1948-, golpeando severamente este sistema de tráfico. Ante esto, interviene la presencia gubernamental a través de personeros del Estado, en atención a la productividad y nuevas alternativas económicas. Para tal efecto, se suceden las cooperativas, comités y asociaciones.

5.4. Políticas y sociedad atacameña a mediados del siglo XX

El tramo de esta historia tiene un momento desarrollista que comienza con la gran crisis de 1930 y termina en 1973 con otra crisis, esta vez de tipo político; y desde allí, se abrirá un largo período autoritario hasta el retorno de la democracia. Desde una visión más global, entre los años de 1930 a 1970, será una época que se caracterizará por la presencia de un Estado desarrollista, puesto que en el país se implementa un modelo de desarrollo de sustitución de importaciones en lo económico, que apunta a resolver a través de la industrialización la crónica dependencia exterior que mantenía el país. Precisamente fue esa dependencia, uno de los factores que llevó a que la crisis financiera mundial -1929- tuviera consecuencias muy dramáticas en Chile[155].

El Estado, también mostró más interés y preocupación por la inclusión social de tipo desarrollista modernizante que propendía acciones de integración, donde los valores de progreso, cambio y participación estuvieron muy presentes. Una intensa incorporación de estos valores se reflejó en la población indígena y asociado a ellos también, intensos cambios culturales. Es así como la documentación de la década de 1950 y 1960, alude a las organizaciones atacameñas en este impulso interno modernizador, en demandas de caminos, escuelas, vías de transporte, profesorado, mejores servicios educativos, desarrollo, etc. Además, los atacameños -ya por los años de 1930- crean numerosas organizaciones y actividades dentro de las cuales se encuentran las organizaciones de fútbol, campeonatos, olimpiadas entre comunidades, etc. También surgen otras organizaciones que señalan modernidad de ciertos aspectos de esta sociedad: centros de hijos de pueblo, centros para el progreso de las comunidades, etc.[156].

La sociedad atacameña entre 1940 y 1960, comienza a abandonar su condición rural y se conecta más a las ciudades cercanas, sobretodo a Calama, dependiendo fuertemente de la minería y de las actividades urbanas. En estos tiempos, las actividades agropecuarias no alcanzan a cubrir el sustento de una familia atacameña[157], lo que implicó la disgregación de la fuerza laboral en el trabajo asalariado básicamente en la actividad minera[158].

En este contexto, también es necesario mencionar el arribo de familias “yugoeslavas” a los oasis de San Pedro de Atacama. Las familias Ivanovic, Yutronic, Radic y otras, lograron concentrar grandes ganancias y con el tiempo fueron adquiriendo tierras de atacameños. La familia Yutronic, por ejemplo, representa el paso de un comercio próspero al manejo de grandes propiedades o fincas situadas en suelos muy fértiles, -Yaye, Cucuter, Solor, Checar y Quitor-. Esta llegó a ejercer una fuerte influencia económica en toda la población de los oasis de San Pedro, tanto en la formación de grandes propiedades como en la canalización de las aguas de regadío[159].

Políticas de desarrollo paralelas al Estado, se implementaron a través del Plan Cordillera -1955-, cuyo objetivo fue generar actividades para la reactivación en las áreas agrícolas, ganaderas y artesanales de las comunidades atacameñas. Esta iniciativa fue impulsada por la Iglesia Católica y la Universidad del Norte, desde la ciudad de Antofagasta. Estas instituciones en la implementación del Plan Cordillera, se introdujeron en varios poblados atacameños, tanto en algunos valles y oasis del Loa, como también en los de la Cuenca del Salar de Atacama. Un caso interesante fue su influencia en la comunidad de Peine -último pueblo atacameño hacia el sur, antes de comenzar el “Despoblado de Atacama”-, la cual indica que la misión católica, aun cuando bajo la figura de reactivación agraria, artesanal, etc., fue sostenida y aún recordada por la comunidad.

Por otra parte, con la dictación de la ley de juntas de vecinos a mediados de la década del sesenta, se impuso en las comunidades indígenas un modelo organizativo diferente -de tipo urbano-, que con el tiempo se fue adaptando de acuerdo a las necesidades y aspiraciones de cada una de ellas. Esta entidad será reconocida por el Estado, como un interlocutor más formal de las comunidades.

La intervención de los militares del gobierno autoritario en los territorios atacameños del interior de la segunda región, respondió al propósito de integrar estos “territorios marginales” a la soberanía nacional y endurecer las fronteras a través de la presencia activa del Estado. Esta importancia geopolítica implementó una serie de acciones que generaron subsidios, apoyo alimenticio, escuelas de concentración fronteriza, junta de auxilio escolar y becas, asistencia social, operativos de salud; que, aunque siguió una pauta vertical, fue eficiente, pero no democrática[160]. El gobierno autoritario en el interior de Antofagasta, imprimió lo nacional por sobre la historia local y será el momento de la presencia de un Estado que “borra” y niega lo atacameño, y en términos más ampliados, lo indígena en Chile.

Ante los problemas fronterizos se generó también un fuerte proceso de chilenización en la población andina, principalmente con la proliferación de una serie de escuelas de concentración fronteriza, en las cuales primaba un discurso de integración con la realidad nacional chilena, que resaltaba los valores patrios y símbolos nacionales de la historia de Chile[161].

La municipalización del espacio andino es una acción derivada de la reforma político- administrativa de principios de 1980, con la que se pretendió alcanzar efectos de descentralización -aunque más bien tendió a la desconcentración de la gestión del Estado-. De este proceso se crearon dos nuevas comunas fronterizas: San Pedro de Atacama y Ollagüe[162], mecanismos utilizados también para chilenizar a la población atacameña a través de una orientación asistencialista[163]. En este contexto, hubo una intervención directa del Estado a través de la municipalización, e incorporación de organismos privados como las ONGs que generaron una interrelación entre la sociedad criolla y atacameños[164].

En materia de legislación, lo indígena y las comunidades, así como los recursos naturales tan importantes como el agua, se afectaron notablemente. El período militar significó un retroceso en lo que en materia de legislación indígena se refiere, porque quedaron inoperantes los cuerpos legales que habían sido promulgados en el gobierno de Salvador Allende -Ley 17.729-, y con ello se afectaron las comunidades indígenas a través de la división de ellas por el D. L. 2568[165]: “... Artículo Iº- Sustitúyese el Título I de la Ley número 17.729 -De los indígenas y de las tierras indígenas-, por el siguiente: De los Indígenas, de las Tierras Indígenas, de la división de las Reservas y de la liquidación de las Comunidades Indígenas...”[166].

Con la vigencia del nuevo Código de Aguas -D.F.L. Nº 1.222 del año 1981-, se otorgó a los particulares, mediante un derecho de aprovechamiento de ellas, derecho real que pasa a ser de propiedad del titular quien puede usar, gozar y disponer de su derecho en conformidad con la ley. Este derecho es transferible, transmisible y prescriptible, y se constituye en un acto de autoridad, independiente si el solicitante es dueño o no, de la tierra donde está ubicada el agua. En consecuencia, comienza un progresivo desecamiento de vegas y bofedales[167]. El nuevo Código, al separar el derecho de agua del derecho de la tierra, posibilita que particulares ajenos a las comunidades obtengan derechos y aprovechamiento sobre las aguas ubicadas en las comunidades indígenas, y que históricamente les han pertenecido. Tampoco se reconoce el derecho ancestral de las comunidades sobre este recurso, al posibilitar la inscripción de estos por terceros, en el caso de que las aguas no se encuentren inscritas. Además, se desconoce a la comunidad como organización tradicional susceptible de ser propietaria de derechos de aprovechamiento de las aguas, puesto que la solicitud no puede ser hecha por la comunidad como tal, sino que por sus miembros individualmente considerados. En el caso de la comunidad legal, cualquiera de sus miembros puede enajenar sus derechos en ella, a un tercero. Finalmente, el procedimiento para solicitar derechos de aprovechamiento es complejo y costoso[168].

Esto se vio más agravado, porque bajo el gobierno militar las presiones del mercado hacia la enajenación de los recursos productivos indígenas, como por ejemplo el agua hacia los enclaves mineros, fue facilitada por las políticas y legislación abiertamente orientadas al capital[169]. Todo esto promovió, que los particulares y empresas mineras contravinieran los intereses de las comunidades atacameñas, lo que no sólo generó problemas legales, sino también de mantenimiento de las ya precarias condiciones agrarias[170].

La intervención de las acciones del gobierno autoritario en estas zonas, entonces, no tuvieron que ver con una preocupación sobre lo indígena, sino más bien por los intereses del mundo militar acerca de estos territorios fronterizos e intereses económicos de esta región minera. De este modo, la mirada nacional no será la mirada étnica sobre la población; lo étnico será folclorizado. Con todo esto, habrá un reforzamiento y exacerbación de la idea de la identidad nacional basada en una comunidad única que no visibiliza y menos deja espacio a la población indígena[171].


[128] Es importante recordar que Bolivia ya estaba en la órbita capitalista (Cajías, Fernando. La provincia... Op. cit.: 224).
[129] Sanhueza, Cecilia. “La población de la puna de Atacama...” Op. cit.: 64.
[130] Rivera, Francisco. “Identidad en el laberinto...” Op. cit.: p.187.
[131] Martínez, Nelson, José Luis Martínez y Viviana Gallardo. “Presencia y representación de los indios en la construcción de nuevos imaginarios nacionales (Argentina, Bolivia, Chile y Perú 1880-1920)”. Nación, Estado y Cultura en América Latina. Edición Santiago. 2003. p. 199.
[132] Sanhueza, Cecilia. “La población de la puna de Atacama...” Op. cit.: 65.
[133] Vaisse, Emilio (párroco de Atacama). Artículo publicado por el diario El Industrial. Antofagasta, 21 de junio de 1894. En: Sanhueza, Cecilia. “La población de la puna de Atacama...” Op. cit.: 65.
[134] San Román, Francisco. Desierto y cordilleras de Atacama. III volumen. Santiago. 1894. P. 254. Y Bertrand, Alejandro. Memoria sobre las cordilleras del desierto de Atacama y regiones limítrofes. Imprenta Nacional. Santiago. 1885. pp. 276- 277. Relatos presentados en: Sanhueza, Cecilia. “La población de la puna de Atacama...” Op. cit.: 65.
[135] San Román, Francisco. Desierto y cordilleras... Op. cit.: 243.
[136] Sanhueza, Cecilia. “La población de la puna de Atacama...” Op. cit.: 66.
[137] Ibíd.: 69-71, 80.
[138] Gundermann, Hans. “Etnicidad, identidad étnica y ciudadanía en los países andinos y el norte de Chile. Los términos de la discusión y algunas hipótesis de investigación”. Estudios atacameños Nº 13, pp. 9-26. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1998. p. 19.
[139] Martínez, Nelson, et. al. “Presencia y representación de los indios...” Op. cit.: 4, 8.
[140] Gundermann, Hans. “Etnicidad, identidad étnica y ciudadanía...” Op. cit.: 19.
[141] Ibíd.: 19. Incluso, el mismo autor plantea que muy forzadamente podría hablarse de ciudadanos indígenas en el siglo XX, porque más bien se trataría de una ciudadanía en construcción.
[142] Gundermann, Hans. “Etnicidad, identidad étnica y ciudadanía...” Op. cit.: 19.
[143] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 21.
[144] Sanhueza, Cecilia. “La población de la puna de Atacama...” Op. cit.: 64, 79.
[145] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 22.
[146] Ibíd.: 23.
[147] Núñez, Lautaro. “Breve historia...” Op. cit.
[148] Gundermann, Hans. Conferencia... Op. cit.
[149] Hidalgo, Jorge. “Descomposición cultural de Atacama...” Op. cit.: 232, 233, 245.
[150] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 25.
Habría que recordar también, que desde comienzos del siglo XIX la mayoría de la población masculina de Atacama engrosó la lista de los “enganchados” a la pampa, y con lo cual comenzará un brusco cambio en el patrón de subsistencia de los atacameños. En: “Informe Final. Subgrupo de Trabajo Pueblo Atacameño”. Op. cit.
[151] Gundermann, Hans. Conferencia, Op. cit.
[152] Subgrupo de Trabajo Pueblo Atacameño. “Informe Final”. Op. cit.: 49.
[153] Gundermann, Hans. “Etnicidad, identidad étnica y ciudadanía...” Op. cit.: 23.
[154] Rivera, Francisco. “Procesos de articulaciones socio-identitarias...” Op. cit.: 65.
[155] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 38, 40.
[156] Ibíd.: 40, 42.
[157] Datos reseñados por Lobos (1954), Aranda (1964) y por el Taller de Estudios Andinos (1993) para el caso de San Pedro de Atacama. En: Rivera, Francisco. “Identidad en el laberinto...” Op. cit.: 189.
[158] Además de recordar como contexto que, a partir de 1960 el control de las fronteras se hace más riguroso y gradualmente se detiene el flujo de los caravaneros fronterizos (Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto... Op. cit.: 225).
[159] Ibíd.: 225, 226.
[160] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 49.
[161] Subgrupo de Trabajo Pueblo Atacameño. “Informe Final”. Op. cit.: 51.
[162] Ibíd.
[163] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 50.
[164] Rivera, Francisco. “Procesos de articulaciones socio-identitarias...” Op. cit.: 70.
[165] Ibíd.:
[166] Bajo el gobierno de Salvador Allende: Ley 17729. Promulgada el día 15 de noviembre del año 1972 y publicada el día 26 de septiembre del mismo año. Bajo el gobierno de Augusto Pinochet: D.L. 2568, promulgada el día 22 de marzo del año 1979 y publicada el día 28 de marzo del mismo año. Ministerio de Agricultura.(Biblioteca del Congreso Nacional; buscador de Leyes).
[167] Aldunate, Carlos. “Desecación de la vega de Turi”. Chungara 14, pp. 135-139. Universidad de Tarapacá. Arica. 1985. Es importante recordar, que ya en el siglo XIX, el problema del agua comenzó a agudizarse, principalmente por su extracción hacia los centros urbanos.
[168] Subgrupo de Trabajo Pueblo Atacameño. “Informe Final”. Op. cit.: 51.
[169] Gundermann, Hans. “Las organizaciones étnicas y el discurso de la identidad en el norte de Chile, 1980-2000”. Estudios Atacameños Nº 19, pp. 75-91. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 2000. p. 90.
[170] Núñez, Lautaro. “Breve historia...” Op. cit.
[171] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 51.