Portada Anterior Siguiente Índice | 2. Ocupaciones prehispánicas: espacios, recursos y vida social

2. Ocupaciones prehispánicas: espacios, recursos y vida social


Las familias del Complejo El Molle han dado paso a otro desarrollo agroalfarero más avanzado conocido como el Complejo las Ánimas, en el cual se asientan las bases del desarrollo Diaguita Chileno[1]. Ellos son los antepasados de los diaguitas que hoy en día habitan el territorio de Huasco Alto y sus alrededores.

2.1. Complejo el Molle

El territorio chileno donde se desarrolló el Complejo El Molle, fue en la región de Atacama, específicamente al norte del río Salado y por el sur hasta la cuenca del Choapa; con una extensión longitudinal de 630 kilómetros[2].

Estas poblaciones tenían una vida económica variada y de carácter complementario. Para una vital economía de subsistencia, El Molle “ocupaba diferentes ecotonos con marcada intensificación en los valles, en la precordillera y en las quebradas de interfluvios semiáridos y casi ninguna actividad económica en relación con el mar”[3]. Ellos cultivaban con prácticas de riego artificial -acequias o canales- lo que implicó un poblamiento más estable. Dentro de sus cultivos en las cotas altas, destacaron el maíz, poroto, zapallo y quínoa, entre otros. En los interfluvios y valles recolectaban frutos silvestres tales como algarrobo, chañar, pimienta; sin embargo, con menos frecuencia hubo recolección de moluscos marítimos. Por la alta presencia de la industria de piedra tallada -particularmente punta de proyectil-, la caza debió constituir uno de los rubros económicos más relevantes. Al parecer, criaban camélidos, aun cuando no se sabe con exactitud si hubo domesticación[4].

Los rasgos más significativos de su desarrollo cultural en la cuenca del Copiapó, se manifiestan en las estructuras funerarias situadas sobre conos de deyección -túmulos en quebradas laterales- y en el Cementerio El Torín[5] -población de alta movilidad, con horticultura y crianza de camélidos- junto con Carrizalillo Chico que era un complejo aldeano. Tanto en el Torín como en Carrizalillo Chico entonces, se advierte una “convivencia con los muertos” por la importancia de conservarlos en túmulos enterratorios elaborados con alto gasto de energía. Además, son conocidos en esta área los elementos de molienda, piedras de molino y morteros[6].

Sobre la cultura Molle en la cuenca del río Huasco y en “la búsqueda de un denominador común para todas las manifestaciones de la época, se formuló la fase Río Huasco”. De este modo, los artefactos más definitorios en esta cultura son las piedras silicificadas que, finamente pulidas se utilizaron para confeccionar los tembetás -adornos labiales-; pipas en forma de T invertida y otros instrumentos tallados, además del tratamiento de minerales como el cobre y pigmentos colorantes[7].

En el interfluvio Huasco-Elqui, la población acusa una intensiva recolección y prácticas de caza. Algunos sitios presentan estructuras funerarias con acumulaciones de piedras blancas con forma de “huevillo”, tembetá, cerámica, collares de cuentas de malaquita y hueso, tratamientos de cobre, etc.

El Molle, en la cuenca del Elqui, se caracterizó por sus cementerios marcados con piedra “huevillo” blancas de río. De los componentes de su cultura material, destacan los tembetás ampliamente difundidos y de varios tipos, pipas de “piedra talcosa” en forma de T invertida, piezas de alfarería más variada, anillos, brazaletes. Además utilizaron conchas en pendientes y cerámica. Sin embargo, no abundan artefactos en actividades de tipo agrario[8].

En la cuenca del río Limarí, algunos sitios arqueológicos dan cuenta de nuevos enterratorios con novedosas decoraciones en cerámica. A la utilización del cobre, se suma el tratamiento de plata y oro. Sin embargo, se advierte la ausencia de la pipa invertida en forma de T. Por otra parte, los tembetás se han localizado en ciertos sitios del área[9].

En el área de la cuenca del río Choapa, lamentablemente no existen contextos excavados científicamente, lo que no permite conclusiones definidas. No obstante, lo que se puede advertir con mayor claridad es la influencia significativa de la población de Chile Central. Lo interesante de las relaciones geográficas y culturales de esta área es definir “... si los rasgos como tembetás y pipas u otros de tipo Molle son producto del desarrollo de esta población en dicho valle o se deben a la expansión de los procesos de Chile Central, que como se sabe, también cuentan con materiales parecidos...”[10].

Aun cuando, el extremo norte de El Molle -cuenca del Salado-, se denota más claramente su relación con la puna, el área meridional hacia la frontera sur del Complejo El Molle -valle Choapa-, se enmarca más en los procesos de Chile Central y muy probablemente con su desarrollo temprano.

De esta manera, este complejo presenta elementos comunes y recurrentes en las cuencas revisadas. Sumariamente, entre ellos destacan el tembetá o botoque como artefacto más generalizado y usado preferentemente por varones; tratamiento de metales como el cobre; utilización de minerales y pigmentación; industria de piedra tallada; utilización de conchas de moluscos que, además, dan cuenta de contactos, movilidad e intercambios de estas poblaciones hacia y con el litoral; prendas de decoración personal; cerámica de once tipos de tratamiento. En menos proporción, pero no por ello inexistente, artefactos de huesos y textilería. Se asocian al Complejo El Molle desde Copiapó al Choapa, las expresiones de arte rupestre ligadas a técnicas de petroglifos y pictografías con variadas temáticas[11].

2.2. El Complejo Las Ánimas

En este extenso territorio ocupado y articulado durante casi 800 años d. C. por la cultura Molle, surge a través de un importante cambio cultural El Complejo Las Ánimas. Esta será una población de agricultores y pescadores del Norte Chico.

A partir del análisis de colecciones de ceramios obtenidos en Copiapó, Huasco, Elqui y otros de más al sur, Julio Montané determina que “... dicha alfarería fue creada por un grupo humano cronológicamente ubicado entre las poblaciones El Molle y Diaguita...[12]. Y esa cultura será entonces, el Complejo Las Ánimas.

Los sitios más conocidos en esta cultura, se encuentran localizados en la franja del litoral y en los cursos de los valles. En cambio, hacia el interior de los interfluvios su presencia es escasa, distinguiéndose la diferencia con los asentamientos El Molle[13]. Sobre la articulación de los recursos, algunos campamentos cultivaban maíz, explotaban algarrobo y chañar, consumían carne de camélidos y accedían a los recursos marinos -pescados y mariscos-. Esto último da cuenta de la complementariedad de recursos locales con otros obtenidos mediante desplazamientos hacia lugares distantes, en los que “... los grupos recorrían rutas descendentes en busca de recursos del Pacífico, y ascienden a los rincones cordilleranos para conseguir materias primas tales como la obsidiana...[14]”.

De esta manera, la vida social y económica de esta población, adopta una serie de estrategias tales como la articulación de nichos ecológicos tendientes al manejo agropecuario y de recursos marinos. En términos de articulaciones de territorios de manera longitudinal, se establecen contactos más densos con el área norte “... donde derivan influencias que contribuyen para que en el mencionado valle se acentúen costumbres que prácticamente no se expanden hacia áreas meridionales... ”[15].

En términos generales, sus artefactos domésticos se fabricaron a través de distintos materiales. Destacan entre ellos la arcilla, metales en usos domésticos y ornamentales a través del tratamiento del cobre y en menos intensidad la plata; hueso de camélidos y aves marinas, uso narcótico y artefactos para las actividades marinas; piedra, madera y conchas marinas también en usos domésticos y ornamentales; lana y fibras vegetales. En la ornamentación de la cerámica se incorpora de manera definitiva la combinación de colores y el motivo más característico “... es una franja triangular de color negro, con sendos pares de líneas oscuras a cada costado, recorrida en su centro por una figura ancha en forma de rayo de tono rojo o crema... ”. Los testimonios de la vida socioeconómica de este Complejo, habría alcanzado una suficiente actividad pesquera, recolectora, de caza y ganadera -restos de camélidos-[16].

Basado en el proceso cultural iniciado con el Complejo Las Ánimas, se propone el inicio de la cultura Diaguita chilena hacia el siglo décimo[17].

2.3. La cultura diaguita hasta los albores de la conquista

Desde una visión general, “... la cultura Diaguita chilena (...) cubre el período tardío con dos fases de desarrollo, una temprana y otra tardía, a la que hay que agregar dos momentos de transculturación: primero diaguita inkaico y segundo (...) diaguita hispano...”[18].

De acuerdo a la arqueología, esta cultura se aborda a partir de tres fases. Caracteriza a la fase 1, los sitios arqueológicos representativos como Punta de Piedra -Valle del Elqui- y Parcela 24 de Peñuelas –cementerio-. Los componentes que identifican esta fase se reconocen en la cerámica, sepulturas en baja profundidad y ceremonia fúnebre con sacrificio de animales -llamas y/o alpacas-[19]. De esta manera se estaría en presencia de una cultura y economía basada en la ganadería, agricultura y actividades marinas.

La fase 2 está representada por los sitios Punta de Piedra y Parcela 21 de Peñuelas. Se caracteriza por la presencia de sepulturas elaboradas con piedra de laja de granito. Estas tienden a ser colectivas, lo que indicaría un uso de carácter familiar. En su cerámica, se utilizan los colores negro-rojo sobre blanco-rojo. Además, en la cerámica de tipo más utilitario o de cocina, se encuentran los conocidos jarros zapato o asimétricos y los jarros pato, que por lo general son piezas de ofrenda[20].

Los artefactos que enriquecen esta fase, son las espátulas de huesos con representación de personajes o animales probablemente utilizadas en contexto de alucinógenos; aros de cobre y plata, cuchillos, cinceles, anzuelos y pinzas depilatorias. En abundancia se hallan agujas, punzones, puntas de flecha y torteros de piedra y hueso[21].

La fase 3 caracteriza la transculturación inka diaguita “... aparentemente sin un momento de transición entre ambas...”. En especial, lo que llama la atención en los investigadores, ha sido la capacidad y rápida incorporación de técnicas inkas por parte de los artesanos diaguitas, representadas en la cerámica local[22]. De esta manera, la transculturación se denota en la cerámica a través de una decoración mixta -por una parte, la de influencia inka y, por la otra, la local-. Además, la presencia de sitios de adoratorios de altura, pukaras -aun cuando escasos-, dan cuenta de la rápida fusión cultural.

Se presume que la conquista inka debió haber ocurrido hacia 1.470 d. C., lo que deja un período de 66 años de transculturación[23].

En este contexto, la cultura Diaguita chilena había potenciado las actividades de explotación agrícola y ganadera, además de controlar ricos recursos marinos a través de los espacios costeros del Pacífico. Su área de expansión, al tiempo de la invasión de Almagro en 1536, abarcaba los territorios desde el valle del río Copiapó hasta las inmediaciones del río Aconcagua[24].


[1] Niemeyer, Hans, Gastón Castillo y Miguel Cervellino. 1889. “Los primeros ceramistas del Norte Chico: Complejo El Molle (0 a 800 d. C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 227-263. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. p. 227.
[2] Ibídem.
[3] Ibíd. 262.
[4] Ibíd.: 261, 262.
[5] Niemeyer, Hans y Miguel Cervellino. “El Torín, un sitio temprano en la cuenca alta del río Copiapó”. Actas del IX Congreso Nacional de Arqueología. La Serena. 1982.
[6] Niemeyer, Hans et. al. “Los primeros ceramistas...” Op. Cit.: 230-233, 250, 260.
[7] Ibíd.: 237, 238, 239.
[8] Ibíd.: 242, 243.
[9] Ibíd.: 244, 245.
[10] Ibíd.: 247.
[11] Ibíd.: 250-258.
[12] Montané, Julio. En: Castillo, Gastón. 1989. “Agricultores y pescadores del Norte Chico: el Complejo Las Ánimas”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.). pp. 265-276. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. p. 265.
[13] Ibíd.: 267.
[14] Ibíd.: 274. Campamentos representativos para esta descripción, son los sitios La Puerta y Tres Puntas.
[15] Ibíd.: 273, 274.
[16] Ibíd.: 267-273, 275.
[17] Ampuero, Gonzalo. “La cultura Diaguita Chilena (1.200 a 1.470 d. C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 277-287. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. p. 286.
[18] Montané, Julio. “En torno a la cronología del Norte chico”. Actas de V Congreso Nacional de Arqueología. La Serena. 1969. p. 169.
[19] Ibíd.: 280.
[20] Ibíd.: 282, 283.
[21] Ibíd.: 283.
[22] Ibíd. 283, 285.
[23] Ibíd.: 286.
[24] Ibíd.: 287.