Capítulo
Cuarto
El
tipo humano
1. Descripciones y medidas
Documentos
históricos y prehistóricos. La primera pregunta que se formula en
América del Sur al etnólogo que se ocupa de los Fueguinos es esta:
¿De dónde vinieron estos hombres? A menudo se considera que, a causa
de su reducido número, de su modo de vida tan diferente al de las otras
poblaciones amerindias y a su situación como el grupo humano más
austral del mundo, los fueguinos deberían estar dotados de un origen
especial. En el hecho, este privilegio de origen exclusivo no parece
justificarse: los fueguinos tienen ciertamente afinidades con otros grupos
sudamericanos. en chiloé, y probablemente en otros lugares
también, se pueden hallar semejanzas muy marcadas con los yaganes y
alacalufes, pero ninguna deducción de comunidad de origen podría
formularse en el estado actual de nuestros conocimientos. Es evidente que muchos
problemas antropológicos no podrán tener solución: las
observaciones actuales llegan demasiado tarde y todo ensayo de
generalización tropieza con límites infranqueables, si quiere
mantener su objetividad.
Los
documentos antropológicos proporcionados por la prehistoria postglacial
son aún inexistentes. Las osamentas más antiguas recogidas durante
la campaña arqueológica 1952-53 acusan a lo sumo uno o dos miles
de años y no presentan rasgos diferentes a los de las poblaciones
actuales. La morfología primitiva del grupo sigue siendo aún
inaprensible
.
¿Podremos
fijar con mayor exactitud la fecha del establecimiento humano en el extremo sur?
Ciertamente esas mismas excavaciones arqueológicas han permitido
comprobar que el hombre apareció en la falda oriental de la Cordillera,
después de que la Patagonia fuera liberada de la última
glaciación, es decir, hace 10 ó 12 mil años. La Patagonia
oriental presentaba en esa época características
geográficas muy diferentes de lo que so hoy: vastos lagos glaciales
recubrían espacios hoy continental o reemplazado por conjuntos marinos
internados en la precordillera, como los senos de Otway, Skyring y Última
Esperanza. Las aguas, tanto lacustres como marinas, han sufrido variaciones de
nivel. En las altas terrazas de estos antiguos lagos se encuentran las huellas
más antiguas de la vida humana, y se halla, en las terrazas medianas y
bajas, hasta llegar a las playas actuales, toda la sucesión de las
culturas que se escalonan desde los comienzos del postglacial hasta los actuales
nómades marinos. ¿Se trataba, durante esos 10 ó 12 milenios,
de los mismos tipos humanos de nuestros días, es decir, de los
antepasados directos de los antiguos fueguinos, tanto yaganes como alacalufes?
Es bien difícil responder. durante el postglacial se han producido varias
oscilaciones climáticas que han determinado avances y retrocesos del
bosque y, en consecuencia, notables modificaciones en las condiciones de la vida
humana en el extremo sur. El clima se ha modificado hasta una condición
óptima para volver en seguida a condiciones más duras y
actualmente, de toda evidencia, han evolucionado hacia un clima más seco.
Las poblaciones que han ocupado el suelo de la Patagonia austral sudoriental han
seguido las fluctuaciones del medio. Ellas fueron, sin duda, poblaciones de
nómades, cazadores en las riberas de los antiguos lagos glaciales, y
después, cuando estos lagos se comunicaron con el Estrecho, se
alimentaron principalmente de la fauna marina. se ha podido establecer con
cierta precisión la evolución de su cultura material, pero no ha
podido exhumarse ningún documento antropológico.
Parece
que los indios, en cuanto nómades marinos, poblaron los territorios de
los Archipiélagos del Oeste en una época más reciente.
Mientras toda la Patagonia sudoriental, desde Río Gallegos hasta el
Estrecho, y más allá del Estrecho hasta la Tierra del Fuego
oriental, y un poco más tarde una parte de los archipiélagos del
extremo sur, se liberan progresivamente de los hielos, los archipiélagos
occidentales estaban aún bloqueados bajo una espesa caparazón de
hielo que desapareció verosímilmente en el momento del
óptimum climático. se puede sustentar, como hipótesis de
trabajo, por lo demás sujeta a revisión, que la población
humana de los archipiélagos no fue posible si no en una fecha que no debe
ser anterior al quinto milenio antes de nuestra era.
Parece
dudoso que haya habido hombres en el extremo sur antes de la última fase
glacial. Si no fuera así, habría que descubrir los lugares
privilegiados en los cuales las huellas del hombre no hubieran sido arrastradas
por la formidable extensión de los hielos que cubrieron en seguida la
Patagonia austral, esos hielos cuyos restos son tan perfectamente legibles y
nítidos, que permiten seguir todas las fases del retiro glacial.
Cualquiera que sea el problema de
los orígenes, el tipo humano que tenemos que descubrir aquí es el
actual. En un segundo plano, el tipo prehistórico tiene que ser
descubierto todavía y el propio tipo histórico es aún mal
conocido. Los documentos relativos al origen de los restos humanos que se
conservan en los museos, y a la agrupación a la cual pertenecen, son
imprecisos. Por lo demás, las sepulturas alacalufes son escasas, pues en
la mayoría de los casos los cadáveres eran arrojados al mar. Las
que subsisten están cubiertas por las turberas o escondidas bajo el denso
bosque magallánico. Como ningún signo las delata, se necesita, en
verdad, un concurso de circunstancias excepcionales para descubrirlas.
Sólo son accesibles las sepulturas en grutas pero a menudo han recibido
la visita de los loberos chilotes, que las destruyen sistemáticamente.
Si
nos fundamos en los textos de los antiguos navegantes, el tipo humano
histórico tampoco puede ser mejor determinado. Los pocos testigos de la
vida de los indios desde comienzos del siglo XVI, no los describen sino de una
manera vaga. Todos concuerdan en hallarles una estatura "mediana" o
"pequeña", una vez olivácea; en calificarlos de "raquiticos", de
"miserables", de cuerpos "mal proporcionados". Sólo Ladrillero y Drake se
dieron cuenta de su musculatura poderosa y de su asombrosa fuerza física.
El
tipo actual. Casi todos los alacalufes vivientes fueron examinados desde el
punto de vista médico por el doctor Robin, quien tomó los datos
antropométricos. desgraciadamente, esos datos, que se refieren a unas
pocas decenas de individuos, no pueden tener valor estadístico. En
consecuencia, los promedios obtenidos deberán corregirse con un cierto
coeficiente de inexactitud.
El
tipo alacalufe actual es bastante uniforme. Su talla es un carácter
distintivo: en los hombres adultos, las tallas más comunes varían
entre 1 metro 54 y 1 metro 58, siendo las medidas extremas 1 metro 63 y 1 metro
51.
La estatura media de las mujeres adultas está comprendida entre 1 metro
44 y 1 metro 46. Sin embargo, son frecuentes las tallas de 1 metro 41 y los
extremos son 1 metro 44 y 1 metro 47. Entre las medidas más antiguas
efectuadas con cuidado, hay que citar las tomadas por el doctor Coppinger en
1879, en 8 hombres que encontró en el Canal Trinidad. Ellos tenían
como talla extrema 4 pies 10 pulgadas -es decir, 1 metro 48- y 5 pies 3 pulgadas
- es decir, 1 metro 60-, y el indio de mayor estatura encontrado en los mismos
parajes en el curso de la expedición, medía 5 pis 3 pulgadas, o
sea, 1 metro 63.
El
rasgo más saliente de la constitución de los alacalufes es la
robustez y la anchura del tronco. Además, una espesa capa de tejido
adiposo subcutáneo y una musculatura muy fuerte contribuyen a dar esa
impresión y a atenuar la estrechez de las ancas. En cuanto a los hombres,
el diámetro biacromial, es decir, la amplitud de las hombres contaba
entre los dos acromiones, o extremidad ósea de los omóplatos, se
escalona con regularidad entre los dos valores extremos: 32.3 cms y 39.2 cms.,
con una frecuencia particular de los valores alrededor de 36 y 37 cms. La misma
medida en las mujeres tiene por valores extremos 29.9 y 36 cms., con predominio
de los valores que oscilan entre 33.5 y 34.5 cms.
El
tronco macizo, sostenido por una fuerte armadura ósea de los hombres y
del tórax, contrasta con las piernas gráciles y cortas, aunque
bien musculosas. Esta desproporción no llega, como se dice a menudo,
hasta la deformidad, que por lo demás, se explica por las largas
estancias de inmovilidad en la canoa o en la choza. La relación entre la
longitud del tronco y de los miembros inferiores es bastante estable en los
hombres, con un valor mínimo de 52.3 y máximo de 54.7 y una
frecuencia media de 53. este mismo índice se escalona en las mujeres, sin
frecuencia notable, entre 51.2 y 56.3. La curva que resulta de este
índice no representa sino un máximo ligeramente más elevado
que los valores comprendidos entre 53.5 y 54.5, siendo 51.3 el valor
mínimo registrado.
Lámina
VII
16.
Madre e hijo
Lámina
VIII
17.
El transporte del niño 18. Juegos infantiles 19. Niños desnudos en
la nieve
Los
brazos, largos, son notablemente musculosos, lo que proviene del manejo continuo
del remo. Las manos cortas y anchas están deformadas por ese trabajo: la
palma está apergaminada, cubierta de callosidades, de cicatrices y en las
arrugas unas grietas siempre difíciles de curar a causa del frío y
la humedad. Los dedos carecen de agilidad y tienen siempre alguna dificultad
para juntarse. Los pies son cortos y anchos, con empeine elevado y saliente y
talón protuberante. Los dedos de los pies están recurvados, son
cortos y abiertos con un pulgar bien desprendido, que sirve a veces de
órgano de aprehensión. La bóveda plantar está
aplanada, lo que da a los indios la marcha que los caracteriza. Como los pies
están siempre desnudos, su epidermis es extremadamente gruesa, resistente
y surcada de tajos. Las articulaciones tienen una gran soltura, que permite al
pie amoldarse a superficies irregulares o fuertemente abombadas. La
articulación es bastante móvil como para permitir al indio
encuclillarse, con la planta del pie reposando de plano sobre el suelo,
así como para darle una gran agilidad en el escalamiento de farellones
escarpados.
Salvo raras
excepciones, la adiposidad localizada es inexistente entre los hombres, pero, en
condiciones de vida normal, la adiposidad general es fuerte y a veces aun
excesiva. Aun cuando los rasgos faciales reflejan una cierta delgadez, el
abdomen, el pecho y la espalda están abundantemente provistos de tejido
adiposo subcutáneo: el rodete periumbilical puede permitir ampliamente un
pliegue de 10 cms. en cuanto a las mujeres, una vez adultas, adquieren un
aspecto pesado y sin gracia, que no hace sino acentuarse con la edad y conducir
a una esteatopigia moderada. En las asentaderas, en el vientre, en las rodillas,
en los muslos, en las caderas, presentan enormes panículos adiposos. Los
niños, igualmente, a pesar del estado de semi miseria fisiológica
de la mayoría, están sujetos a una adiposidad pronunciada que
conservan al crecer. Su abdomen es hinchado y sus músculos se relajan, se
comprueba a menudo un ensanchamiento en la base inferior del tórax. Hacia
los 9 ó 10años, el abdomen llega a ser más amplio y suelto.
La tez del rostro de los indios
alacalufes es de un amarillo pardo más o menos oscura. Las variaciones
individuales son numerosas y la gama de pigmentación muy extensa, desde
los tonos fuertemente atezados hasta el pardo liso y llano. El resto de la piel
es levemente más claro. Todos tienen la frente estrecha, los
pómulos muy pronunciados y el maxilar inferior forma un rodete saliente
bajo la piel. La línea dorsal de la nariz es a menudo cóncava, la
punta redondeada, ligeramente respingada y gruesa. La raíz nasal forma
una depresión profunda, las aletas son anchas y elevadas obre el plano
horizontal. La boca es grande y los labios, voluminosos, crasos y remangados.
Los ojos son café oscuro. Su coloración no presenta mayores
diferencias individuales. Con frecuencia entre los adultos es poco pronunciada
la oblicuidad de los ojos.
Casi
todos los niños, en grados diversos, presentan el pliegue
mongólico acompañado de una sensible hinchazón de los
parpados. Este carácter se atenúa con la edad y entre los adultos
no se lo comprueba sino en muy pocos casos. En muchos hombres y mujeres, el
borde de los párpados está marcado por una inflamación
purulenta que forma una franja sanguinosa. El hecho es citado muchas veces en
los relatos de los navegantes de los siglos pasados y esta enfermedad
generalizada parece ser consecuencia de las largas estadas en las cabañas
llenas de humo. Los trastornos de la visión no parecen ser muy numeroso.
en la mayoría de los alacalufes jóvenes, a menos que se trate de
lesiones accidentales, la visión es normal y los reflejos a la luz son
vivos. En un niño de 8 años, el reflejo pupilar era perezoso y sus
dos pupilas eran de dimensiones desiguales. Todos los trastornos de la
visión comprobadas son particulares a los viejos, es decir, a los hombres
y mujeres de cincuenta años y más, a los cuales es preciso agregar
un caso de senilidad precoz en un hombre de menos de 30 años. Entre todos
los alacalufes de edad, sin excepción alguna, se notan reflejos
perezosos, una acuidad visual atenuada o reducida y en tres casos, ceguera
completa. El arco senil, esa zona blanca circular que rodea la córnea de
los ancianos, es muy marcado. El cristalino llega a ser más o menos
opaco, en un lado o en los dos. En muchos casos, entre viejos y jóvenes,
descubrimos nubes de la córnea, desigualdades en el contorno pupilar,
pupilas asimétricas, a veces ovaladas. Una mujer presentaba un orificio
pupilar en vías de desaparición. Otra mujer, fallecida a
consecuencia de un ictus hemipleéjico, estaba afectada de una
desintegración purulenta del globo ocular. Otra, que además,
presentaba lesiones cutáneas y óseas debidas a un accidente
sifilítico, tenía los dos ojos atacados por una oftalmía
purulenta que término del mismo modo.
Es interesante mencionar algunas
cualidades físicas que forman parte de la personalidad y son, a la vez,
datos antropológicos. Los alacalufes no padecen de vértigo. Al
lado del Puerto de edén hay dos pilotes metálicos de unos cuarenta
metros de altura, que sostienen a las antenas de radio, terminando en una
pequeña plataforma con claraboya, que avanza bastante hacia el
vacío. Cuando divisan el humo de un buque, en el canal Messier, a seis
millas de su campamento, todos los hombres y los niños se instalan en
racimos sobre las plataformas, para comentar el acontecimiento. Esta misma
seguridad de sus gestos se observa, igualmente, cuando escalan acantilados a
pico sobre el mar, y a veces verticales, para buscar nidos de cormoranes. Otro
de sus caracteres físicos es su resistencia al frío,
particularmente al agua helada. Aun en pleno invierno, cualquiera que sea la
temperatura, los enfermos rompen el hielo para bañarse. Las mujeres en la
pesca hacen lo mismo. Por el contrario, hombres o mujeres no son buenos
nadadores, por lo menos en cuanto al estilo de natación, pero su
resistencia es buena, mejor entre las mujeres que entre los hombres. A
éstos no les gusta sumergirse y no lo hacen sino en caso de necesidad
absoluta, por ejemplo para ir a buscar a una foca que ha muerto a algunos metros
de profundidad. Las mujeres, en cambio, bucean con facilidad y permanecen bajo
el agua el tiempo necesario para llenar un canasto de mariscos, a veces a una
profundidad de 8 metros.
A
pesar de la pequeñez de su talla, el indio alacalufe posee un equilibrio
de formas que hace de él un hermoso tipo humano, dotado de una
musculatura superior a la normal, ágil y resistente. El cuerpo femenino
es más des armónico; sus formas se engruesan después de la
primera maternidad, pero su fuerza física y su resistencia son igualmente
desarrolladas. Tanto entre los hombres como entre las mujeres, el envejecimiento
es rápido y las fuerzas declinan de una manera brutal.
El
cráneo y la dentición. Como las demás observaciones, el
estudio de los diámetros craneanos no se ha referido sino a algunas
decenas de individuos. Por ello es imposible llegar a conclusiones
estadísticas definitivas. Sin embargo, para no proporcionar en el marco
de este estudio los datos individuales, hemos establecido algunos promedios, que
mencionaremos aquí a título de indicación.
Los
valores del índice
cefálico
oscilan entre varias unidades, según se trate de hombres adultos, los
valores más frecuentes giran en torno de 76, pero hay una notable
proporción de valores comprendidos entre 76 y 79, con una
proporción débil, pero no desdeñable, de
braquicéfalos. Si se comparan estas medidas, tomadas en vivo, con las que
son suministradas por los cráneos supuestamente alacalufes, bastante
numerosos en los museos de Santiago, se encuentra en los dos sexos una marcada
tendencia a la mesocefalia. Ningún índice supera 81 y la
proporción de dolicocéfalos llega a un tercio de los casos.
Más todos estos últimos datos podrían estar falseados en la
base. en efecto, todos los cráneos recogidos en diversos sitios de los
archipiélagos y de la Tierra del Fuego contienen indicaciones
insuficientes o poco claras, relativas al grupo al cual pertenecen. La
mayoría de estos cráneos proviene de la antigua misión de
la isla Dawson, donde enterraban entremezclados a onas y alacalufes y aun
después a algunos blancos. El valor antropológico de estos
documentos está, pues, sujeto a caución y es preferible no hacer
el estudio de estos cráneos sino cuando su identidad sea conocida en
forma precisa. si nos atenemos a esta exigencia, se pueden extraer de los
documentos esteológicos las siguientes características comunes:
- -
existencia en los cráneos masculinos de una fuerte glabela redondeada y
saliente, que alcanza hasta las crestas orbitales desbordantes, como una especie
de moño que forma una protuberancia saliente y rugosa en la base del
cráneo e inserciones musculares muy marcadas; estas
características están atenuadas en los cráneos femeninos;
- -
frontal aplanado, con gran desarrollo de los lóbulos posteriores, y a
menudo lo alto del cráneo en ojiva aplanada;
- -
maxilar inferior robusto con un rofete angular muy marcado;
- -arcada
alveolar en herradura;
- -
gran abrasión de los dientes, a veces gastados hasta la raíz, con
presencia de numerosas caries y mal posiciones notables, incisivos superiores
mesiales cavados en forma de pala en su cara interna.
Un
pequeño número de denticiones son sanas y normales, marcadas a
veces por una abrasión considerable y caries aisladas. En gran
número de casos, las caries forman un verdadero galón y afectan a
todos los dientes. Se observa, además, un gran número de mal
posiciones de los incisivos y los caninos -las mal posiciones de los molares son
menos frecuentes-, dientes distróficos, raquíticos o multi
tuberculados, dientes manifiestamente más voluminosos que sus
homólogos, la midrodoncia de los incisivos inferiores, caninos situados
entre dos premolares y premolares muy reducidos. En numerosos casos, los
incisivos superiores están ahuecados y ensanchados en forma de pala. El
último molar tiene una erupción tardía, y a veces falta
totalmente
o
aparece sólo en la mandíbula. En cuanto a los niños, no
están exentos de cabalgamientos o mal posiciones de sus dientes de leche
y en algunos casos faltan uno o varios incisivos. El desgaste de la primera
dentición es del mismo tipo que el desgaste de la segunda.
La
pilosidad. La distribución de la pilosidad entre los alacalufes es
notable, sobre todo por el contraste entre la cabellera y el resto de la cara y
el cuerpo. sus cabellos son abundantes, espesos y lisos, de sección
circular, sin ninguna tendencia a rizarse. Su color es un negro más o
menos intenso, con un reflejo castaño más claro que suele
presentarse en las mujeres. La línea de implantación de los
cabellos comienza muy abajo sobre la frente y en las sienes se une a las cejas,
lo que da a los indios una frente particularmente baja, estrecha, completamente
enmarcada de pelo. La calvicie no parece existir nunca y la canicie, siempre
parcial, no aparece sino en ciertos casos, únicamente entre los ancianos
varones, en quienes una débil fracción de los cabellos se pone
blanca, pero conservando su tiesura. En los hombres, la barba es escasa,
desparramada y localizada en los extremos del labio superior, en la parte media
del labio inferior, en el mentón y a veces en las sienes. los alacalufes
se pasan depilándose el rostro. He aquí por qué parecen
completamente lampiños. Usan, actualmente, el pelo corto, aun las
mujeres, que se lo cortan imitando a la moda europea. Sólo después
de largos viajes unos y otras llevan, como en otro tiempo, la cabellera larga y
caída.
En
cuanto al resto del sistema piloso masculino, su estilo se hizo utilizando una
escala de referencia conforme a la pilosidad media de los indios, que es muy
débil. Entre los hombres, la pilosidad de las axilas es muy discreta,
pero los individuos completamente desprovistos de ella, son una
excepción. La pilosidad pubiana es más abundante, aunque es poco
densa y tiene una extensión uniforme en todos los adultos: los pelos
pubianos se prolongan hacia arriba en una línea fina. En el resto del
cuerpo, en proporcione que varían según los individuos, se nota
una pilosidad muy reducida, localizada en los antebrazos, en la faz
antero-externa de las piernas, y a veces en la región lumbar y del sacro.
En todos los casos, lapilosidad de un alacalufe calificada de abundante
correspondería, bajo otras normas, a un individuo de pilosidad muy
escasa.
En
las mujeres, la diposidad corporal es prácticamente inexistente. Salvo
dos excepciones, en las cuales un vello ligero se prolonga en la región
del cuello y de la espalda, a lo largo de la columna vertebral, las mujeres no
tienen en el cuerpo otros pelos que los muy escasos de la región pubiana.
En esta parte del cuerpo, un tercio de las mujeres son enteramente
lampiñas. La pilosidad de las axilas, aun insignificante, es la
excepción (sólo un quinto de los casos examinados). La cara no
tiene nunca pelos, salvo, a veces, un vello muy sutil en la comisura de los
labios. Sólo dos mujeres tienen escasa patillas vellosas que llegan hasta
el lóbulo de la oreja y un ligero vello repartido sobre el rostro.
La
pigmentación. Acaso más significativas que la pilosidad como
carácter racial son las manchas pigmentarias que se advierten entre los
alacalufes. Hay que señalar, a este respecto, primero las amplias
superficies de piel muy fuertemente pigmentadas, indiferentemente en los dos
sexos, y que, al ser más oscuras, forman un nítido contraste de
color con el resto de la pie. Estas manchas pigmentadas, indiferentemente en los
dos sexos, y que, al ser más oscuras, forman un nítido contraste
de color con el resto de la piel. Estas manchas pigmentadas, bastante extensas,
afectan, de preferencia, las regiones lumbar, vulva, escrotal, peniana, la parte
interior del brazo, y a veces aun el rostro. En este último caso, son muy
pequeñas, semejantes a afélides. Otro género de manchas
pigmentadas, lenticulares o puntiformes, de color pizarra, afecta en los dos
sexos a la cara interna de las mejillas (habitualmente a la altura de los
molares), la cara interna de los labios o aun su borde descubierto, el paladar y
a veces la campanilla. Los niños muy jóvenes, y sólo dos o
tres adultos, están exentos de ellas. entre los adultos, la intensidad de
color y la densidad de estas manchas pigmentarias bucales parece aumentar con la
edad.
Otra
especie de pigmentación, la de la esclerótica, afecta a la
mayoría de los individuos adultos, hombres y mujeres, bajo forma de rayas
parduscas, más o menos difusas, pero acentuadas, que llegan a veces a
formar un velo café uniforme, que puede extenderse hasta el iris. A veces
también estas rayas son reemplazadas por manchas de contornos precisos,
igualmente pardas. Como la pigmentación bucal, la pigmentación
ocular es a menudo bilateral, pero no simétrica. Aún los
niños la presentan en gran proporción.
En los recién nacidos se
nota la mancha pigmentaria congénita en la región sacro-lumbar.
Ella tiene color azul pizarra, más nítido siempre al nivel del
surco inguinal. La cloración de esta mancha se atenúa con la edad.
Niños de 30 meses la tenían tan visible como a su nacimiento. A
los 5 años, esta mancha era perfectamente reconocible, pero no fue nunca
comprobada en niños de más edad. Como se produjeron pocos
nacimientos en el curso de nuestra misión, no es posible determinar si
todos los alacalufes nacen con la mancha mongólica así localizada,
pero todos los niños muy jóvenes la tenían, dispuesta de la
misma manera.
Los
grupos sanguíneos. Una de las características
antropológicas más interesantes que presentan los alacalufes es su
pertenencia global al grupo sanguíneo O. Desgraciadamente, los estudios
sobre la repartición de los grupos sanguíneos entre los diferentes
grupos del extremo sur no son suficientemente sistemáticos. No obstante,
parece que el grupo O sea la característica predominante de estos grupos.
La proporción de 100% en el grupo es la prueba de una homogeneidad, de
una estabilidad bastante rara en una población humana. No se puede, sin
embargo, hablar de la exclusión sistemática de todo elemento
extraño. En el pasado, los alacalufes se mezclaron con los otros grupos
fueguinos, y, actualmente, continúan mezclándose con los chilotes
que frecuentan los archipiélagos. Se puede así pensar que la
distribución de los grupos sanguíneos en las poblaciones del
extremo sur, incluso las de los elementos autóctonos de Chiloé,
está marcada por un fuerte predominio del grupo O.
Prácticamente,
ninguna infiltración blanca se ha producido entre las poblaciones
chilotas, ni entre los alacalufes, al contrario de lo que sucedió entre
los onas, tehuelches y yaganes. La población chilota, por razones
sociales, desde la colonización de la Patagonia y la Tierra del Fuego, ha
sido mantenida al margen de la población blanca. Por eso conserva cierta
homogeneidad y una cierta pureza de sus rasgos raciales. Por el contrario, en el
extremo sur, los colonos blancos han dejado numerosa descendencia en las
poblaciones indias de la Tierra del Fuego, entre las cuales vivían de
manera más o menos estable. Por eso se encuentra onas y yaganes actuales
una fuerte proporción de grupos no O. Las últimas determinaciones
de grupos sanguíneos de un cierto número de fueguinos, onas y
yaganes tuvieron lugar a comienzos de 1946. En lo que concierne a los 20 onas
examinados, puros y mestizos, el predominio del grupo O es evidente (14casos).
En este grupo, no había más que 5 individuos de ascendencia ona
pura y los 5 pertenecían al grupo O. Los otros tenían, en el mayor
número de casos, una madre ona- que a veces era también mestiza- y
un padre de raza blanca. De los 40 yaganes examinados, puros y mestizos, 31
pertenecían al grupo O. Lo mismo que entre los onas, los individuos de
ascendencia yagana pura, es decir, 20, pertenecían al grupo
O
. En 1930, Rahm había efectuado las primeras identificaciones
serológicas entre los yaganes. En 33 individuos examinados por él,
halló 30 casos de pertenencia al grupo B y solamente 3 al grupo O.
Durante cierto número de años, su opinión fue retenida y se
vio en este hecho un caso curioso de mutación serológica en una
población enclavada en medio de grupos humanos, cuya pertenencia
dominante al grupo o no ofrecía la menor duda. El error de Rahm es
manifiesto y, sin duda, se explica por un descuido en la dosificación de
los sueros.
Las
infiltraciones blancas fueron mínimas entre los alacalufes, cuyo
territorio se encuentra aún sustraído del imperio de la
colonización. Sus grupos sanguíneos han sido determinados mediante
sueros suministrados por el Instituto Pasteur, de Paris y luego por el Hospital
San Vicente, de Santiago, y, por último, fabricados en Edén, a
partir de la sangre de tres sujetos pertenecientes a los grupos A, B y O.
Cualquiera que fuese en suero empleado, no se practicó ningún
examen sin previo control. Todos los alacalufes puros, sin excepción,
pertenecen al grupo O. Sólo una mujer de tres años, nacida de una
madre alacalufe (grupo O) y de su padre de raza blanca, pertenece al grupo A,
así como sus dos hijos actualmente vivos, un nuño de 8 años
y una niña de dos meses, cuyos padres respectivos son del grupo O.
¿
En qué medidas la presencia exclusiva del grupo O en una población
puede servir para determinar su origen y su antigüedad? Los datos
serológicos recogidos sobre los amerindios son aún demasiado
dispersos y no pueden fundar una respuesta a este problema capital de la
antropología sudamericana.
2. Observaciones
médicas
Los
exámenes no han revelado entre los alacalufes ningún trastorno
funcional del sistema digestivo. Entre los adultos, el abdomen es suelto; entre
las mujeres que han tenido hijos, está vetado de venas. En todos los
casos observados, tanto en los adultos como en los niños, raras veces el
hígado es normal, salvo en un quinto, más o menos, de las
mujeres, y un tercio de los hombres. En los otros casos, el hígado
está hipertrofiado y se desborda a menudo de algunos dedos por debajo de
las costillas falsas. Es, a menudo, doloroso a la presión de su
consistencia es dura e irregular. La hipertrofia del bazo no se encuentra sino
en los niños. Los niños de los dos sexos, salvo algunos casos
aislados, presentan las mismas anomalías que los adultos, tal vez
más acentuadas.
Las
deficiencias del sistema ganglionar de los adultos aparecen más o menos
en un quinto de los casos, en estado agudo de adenopatía importante,
localizada, en los casos examinados, en los ganglios inguinales, axilares y
servicales. En otros casos existen cicatrices numerosas de fístulas
antiguas. La casi totalidad de los alacalufes, hombres o mujeres, estaban
afectados en el momento del examen de microadenopatía, generalizada
o
circunscrita a ciertos territorios.
El
examen del aparato circulatorio de los alacalufes adultos muestra dos cosas: la
posición de la punta del corazón está en el quinto espacio
fuera de la línea mamelonal más o menos en 3/4de los casos. En
algunos casos esporádicos, se halla en el cuarto espacio y en los
demás en el sexto, a excepción de un caso, en que estaba situada
en el séptimo espacio. La auscultación revela una gran
proposición de trastornos orgánicos, en más de una mita dad
de los casos: soplos diastólicos y sistólicos anormales
diversamente localizados, posibilidad de insuficiencia aórtica y de
estrechamiento mitral en algunos casos. Los mismos trastornos se observan, y en
las mismas proporciones, entre los niños.
La medida del ritmo
cardíaco no presenta, sin duda, sino un interés mínimo
cuando se trata de niños. En efecto, entre éstos, las medidas
provocan a veces una aceleración de origen emotivo, y algunos de ellos se
hallaban en estado febril. Entre niños cuya edad varía entre 7 y
12 años, las pulsaciones son de 57 a 90 por minuto. Entre las
niñas de la misma edad, el ritmo es mucho más rápido, de 77
a 105. En los hombres, el ritmo cardíaco es extremadamente lento: en la
mitad de los casos, es inferior a 60 pulsaciones por minuto (de 40 a 58), y en
la otra mitad, está comprendido entre 60 y 70 (con excepción de 3
casos, en los cuales era superior a 70). Entre las mujeres, más de la
mitad tiene un ritmo que va de 70 a 92 pulsaciones, y la otra mitad de 55 y 68.
La tensión arterial
máxima en más de la mitad de los casos está comprendida en
los adultos entre 11 y
12.5
- en un cuarto de los casos, está comprendida entre 13 y 13.5 y en el
otro cuarto, entre 14 y 14.5. Las cifras que indican la tensión femenina
son muy diversas: un poco más de los 2/5 de los casos están
comprendidos entre 9.5 y 11.5, un poco menos de 2/5 entre 12 y 12.5 y 1/5 entre
13 y 16, que es el valor máximo, registrado en una anciana de 60
años, afectada de osteomielitis gomosa sifilítica. En los
niños de ambos sexos, la tensión máxima se escalona de 7.5
a 10.5 .
El
aparato pleuropulmonar de los alacalufes no ha revelado al examen sino un
funcionamiento perfectamente normal en la casi totalidad de los casos. Los
signos anormales constatados, tales como silbos, estertores bronquiales,
murmullos vesiculares no indicaban sino indisposiciones pasajeras sin mayor
gravedad, a las cuales los alacalufes están sujetos en todo tiempo:
traqueitis, bronquitis crónicas más o menos difusas.
Periódicamente, sobre todo durante el invierno, estallan epidemias de
particular virulencia que afectan severamente a todo el campamento. A los
primeros signos de fatiga, los indios se niegan a alimentarse, a ir a buscar
leña y descuidan a los niños: todos se ponen o son puestos en un
estado de debilidad fisiológica y depresión moral. Amontonados en
sus cabañas heladas, son víctimas de un contagio cierto y
rápido. Cada una de sus epidemias se salda con la muerte por
neumonía de algunos de ellos.
En cuanto al estado actual de la
tuberculosis pulmonar entre los alacalufes de Edén, sobre 25 hombres
adultos examinados, sólo 8 tuvieron una reacción positiva de la
tuberculina (7 reacciones normales y 1 reacción débil), y sobre 28
mujeres, hubo 5 cuti-reacciones positivas (4 normales y 1 débil). Todas
las cuti-reacciones sobre niños fueron negativas. Sólo tuvieron 1
reacción positiva los indios que habían vivido o vivían de
una manera habitual con los loberos chilotes y con blancos. Un sólo
indio, de más o menos 28 años, sufría de una
desviación de la columna vertebral al nivel de la primera vértebra
lumbar, desviación que era ciertamente de origen tuberculoso.
Con sólo una
excepción, se nota en todos los alacalufes un esqueleto normalmente
constituido, y aun en numerosos casos una armazón poderosa. Sólo
algunos niños tienen una constitución más bien
grácil en un ligero ensanchamiento en la base del tórax, que no
es, sin duda, una secuela de raquitismo. Un niño de 8 años esta
dotado de un esqueleto anormalmente robusto, con huesos macizos y anchos. Con su
cara lunar y una adiposidad de tipo femenino, es de tipo hipotiroídeo.
Más, bajo el examen, la impresión general que dan los alacalufes
es bastante satisfactoria desde el punto de vista de su constitución
ósea. La encilladura lumbar que presenta un cierto número de
ellos, aunque bastante pronunciada, no parece tener mucha importancia. Las
mujeres son en general el tipo hipotiroídeo e hipo-ovárico. Entre
mujeres y hombres los músculos y ligamentos abdominales son poco
resistentes.
Los casos de hernia
no son raros. Esta debilidad de la pared abdominal parece ser un rasgo,
común no sólo a los alacalufes, sino también a los
chilotes. Ha podido observársela durante intervenciones
quiréugicas a las cuales son sometidos los conscriptos de Chiloé,
que por lo demás, presentan una delgadez anormal del
peritoneo
.
En
todos los alacalufes, se notan, además de una multitud de llagas activas
debidas a cortaduras y piodermitis, numerosas cicatrices debidas a enfermedades
o a antiguos accidentes. Entre las primeras, las más frecuentes son
huellas de piodermitis generalizadas, principalmente en el tórax, en la
región lumbar e inguinal, en las piernas; huellas de impétigo del
cuerpo cabelludo y de la cara en los niños y en dos mujeres
jóvenes y un joven, cicatrices de adenopatía bacilar tuberculosa
que han provocado un adelgazamiento de la piel, formando un importante bloque
fibroso subyacente. En tres mujeres, se comprueban cicatrices de abscesos al
pecho. Las otras cicatrices son las de llagas banales, de cortaduras,
especialmente en las piernas, de lesiones producidas por el rascarse debido a la
sarna y a los piojos, de las múltiples incisiones curativas localizadas
en lo alto del tórax y el cuello. Se pueden notar algunas cicatrices
más importantes de heridas graves entre los hombres, provocadas por
arreglos de cuentas; entre otras, una vasta cicatriz abdominal y otras dos en el
omóplato. Una mujer y un niño han sido víctimas de graves
cortaduras hechas con vidrios de botellas depositados en la playa y con un
hacha. En el primer caso, hubo sección de los ligamentos del pie, y de la
mano en el segundo, provocando en uno y otro ina lesión funcional. Existe
igualmente un buen número de cicatrices de mordeduras graves de nutrias o
de perros, que llegan hasta el seccionamiento de las últimas falanges.
Quemaduras enormes han provocado cicatrices en la espalda, los miembros y el
tórax. Estas quemaduras se han producido por caídas en el fuego de
la choza durante escenas de ebriedad o en estados de náusea producidos
por intoxicación aguda de tabaco. Estas llagas, que se notan sobre todo
en las mujeres, pueden tener una superficie de tres palmos y aun más. Su
supuración fue largo tiempo combatida por lavados y aplicaciones
húmedas de corteza de canelo. La cicatrización debió ser
muy lenta y formó después un engrosamiento vetado de la piel que
se ve más o menos adherente y modificada. Una mujer murió a
consecuencia de sus quemaduras. En cuanto a las quemaduras menores, han sido
ocasionadas por accidentes más normales. Se observó un solo caso
de fractura de miembros: una antigua fractura de cuello del fémur, que
data de una decena de años, en un hombre de 30 años. La
inmovilización debió de ser larga y los cuidados, nulos.
Actualmente el miembro está en ligera rotación externa, con
acortamiento y atrofia muscular del muslo. La articulación de la cadera
conserva, sin embargo, toda su movilidad.
Los
exámenes del aparato génito-urinario permiten comprobar en un gran
número de indios accidentes sifilíticos antiguos o actuales y sus
consecuencias, así como casos evidentes y numerosos de blenorragia aguda:
4 casos entre hombres jóvenes y por lo menos otros tantos entre mujeres.
2 niñas pequeñas de 5 y 8 años estaban afectadas de
leucorrea gonocócica, adquirida probablemente por el contacto con objetos
infectados, frazadas o vestidos. casi todas las mujeres examinadas estaban
afectadas de leucorrea abundante. Un solo caso de fibroma, del grosor de una
naranja, se comprobó en una mujer de unos 40 años. Hay que
señalar igualmente el estado de desfloración en niñas de 10
a 11 años.
La
opinión pública hace corrientemente responsables de la
desaparición de la población fueguina a la tuberculosis pulmonar,
cuyo desarrollo habría sido favorecido "por el abuso del tabaco y del
alcohol", y el sarampión, que habría hecho estragos en las
misiones de Ushuaia y de Dawson. La explicación tendría valor si
los casos de tuberculosis hubieran sido registrados por una autoridad
médica, previo examen de indios enfermos en el marco habitual de su vida.
Pero se evita con celo particular hablar de la sífilis como agente de
desaparición de los fueguinos, y en particular de los alacalufes. Como no
podemos contar con las observaciones anteriores, nos atendremos a las efectuadas
por el doctor Robin o a las hechas bajo su control inmediato, durante los
años 1946 a 1948.El doctor Robin ha diagnosticado y cuidado un cierto
número de casos de sífilis en todos los estados de la
evolución de la enfermedad, tanto entre los alacalufes de Edén
como entre los loberos acampados en un islote de la bahía o que se
detenían allí para someterse a los cuidados del médico. Se
conoce perfectamente la red de relaciones sexuales entre loberos e indias y
entre los mismos indios y, aunque no hubiera sino un caso evidente y comprobado
de lesiones sifilíticas contagiosas, se podría decir de seguro que
la enfermedad se ha abierto camino a través de la población
nómade de los archipiélagos.
Entre los indios, la
sífilis adopta indiferentemente las formas nerviosas, cardíacas o
cutáneas. se ha observado un gran número de accidentes
sifilíticos en estado de cicatrices o de actividad: chancros, roseolas,
placas mucosas, ulceraciones cutáneas, manifestaciones de los caracteres
de heredo-sífilis en los recién nacidos, trastornos nerviosos y
tabes en los ancianos, y en sujetos en toda la fuerza de la edad y aparentemente
resistentes, ictus hemipléjico que produce rápidamente la muerte.
Las cicatrices de accidentes
sifilíticos primarios son visibles en cuatro casos, se comprobó un
chancro activo primario, así como un acso de accidente secundario, bajo
la forma de placas mucosas vulvares extendidas en capa, y un accidente terciario
bajo forma de tumores múltiples. En este último caso, la enferma,
de más o menos 60 años, presentaba en la pierna izquierda lesiones
cutáneas y óseas muy extensas, que recordaban el aspecto de una
osteomielitis gomosa, asociada a gomas hipodérmicas. La piel era tenue y
reluciente, muy intensamente pigmentada y perforada con pequeños
cráteres indoloros, que dan salida a un líquido serogelatinoso. La
tibia y el peroné habían engrosado considerablemente. La
articulación tibio-tarsiana tenía movimientos limitados y el pie
no podía apoyarse sino sobre su cara externa. Lesiones análogas,
pero cicatrizadas y menos extensas, se notaban en la otra pierna. Las
articulaciones de los miembros anteriores estaban igualmente afectadas: una masa
fibrosa ovoidal, muy gruesa, estaba localizada al nivel de la cabeza radial y el
antebrazo estaba fijo en semipronación. Después de algunas semanas
de tratamiento, las gomas cicatrizaron, pero un año después se
declaró una oftalmía purulenta y desapareció un ojo. El
otro estaba ya perdido a consecuencia de una lesión traumática
antigua. La mujer murió algunos meses más tarde.
Se ha podido comprobar en dos
recién nacidos caracteres evidentes de heredo-sífilis que, a pesar
de los cuidados, produjeron la muerte al cabo de algunos meses. Otros
accidentes, comprobados en un cuarto de la población, por lo menos, deben
ser atribuidos a la sífilis hereditaria: atrofia testicular, lesiones
cutáneas, ceguera, trastornos nerviosos. se puede atribuir igualmente a
la sífilis y a la herdo-sífilis un cierto número de
trastornos múltiples y frecuentes observados entre 1946 y 1948: dolores
de cabeza y dolores vagos, especialmente de la cintura; adenopatías
aparentemente tuberculosas, pero en el hecho sifilíticas, trastornos
cardiovasculares, dolores articulares agudos sin síntomas de reumatismo.
En la mayoría de los
alacalufes, los reflejos siguientes, que han sido controlados, son normales:
pupilar, rotuliano y aquiliano, estiloradial y olecraneano, cutáneo
plantar y cutáneo abdominal. Pero puede suceder que en un individuo
cualquiera, que parecía normal, el reflejo rotuliano, por ejemplo, llegue
a ser policinético o perezoso, que el reflejo pupilar se debilite o que
el cutáneo plantar provoque la extensión. Algunos meses
después se produce un ictus hemipléjico súbito, seguido de
muerte en uno o dos días. Una mujer de más o menos 60 años
presentaba un año antes de su muerte trastornos nerviosos graves
señalados por la abolición de un cierto número de reflejos,
por una marcha atáxica articular que no permitía sino el
desplazamiento en cuatro pies. Un hombre de menos de treinta años, pero
que parecía de 50, sufría de ciertos trastornos urinarios
concomitantes a la abolición del reflejo cutáneo-abdominal: un
año después, moría en tres días de un ictus
hemipléjico. Es altamente probable que de los 33 decesos que
sobrevinieron entre 1948 y 1953, hubiera otros casos análogos. Y
finalmente es bien probable que la mortalidad infantil elevada, la muerte de
muchachos y muchachas, la desaparición de adultos jóvenes, la
esterilidad de muchos otros tengan igualmente un origen sifilítico. A una
gran robustez constitucional se asocia ahora, entre los alacalufes, una
fragilidad adquirida, que les será probablemente fatal.