Apus quechuas

Leyenda quechua recopilada en Apurímaq -Perú

Este es un relato en quechua que escuché  de las propias palabras de los abuelos de mi tierra  que nos da  una gran enseñanza y mantiene latente la esperanza de liberación de nuestro  pueblo. Aquí la leyenda traducida al castellano.

Hace muchos años vivía en estos lares dos hermanos Apus: Sinti y Tiriqmana, ellos se querían mucho, se ayudaban y compartían todo. Así vivieron por cientos de años.

Una  tarde por el camino que cruzaba entre los dos Apus apareció un joven cansado que se asomó a descansar a la sombra del Apu Tiriqmana entrando en un profundo sueño.

En ese momento el Apu Tiriqmana pensó en sí  mismo: “tengo mucha hambre, voy a comérmelo a éste joven, sin que mi hermano se dé cuenta”.

Cuando el Tiriqmana estaba a punto de comérselo, el Apu Sinti que había intuido la intención de su hermano le preguntó: “¿hermano, no pensarás comértelo solo ese churu gallo que está entre tus piernas?”.

El Tiriqmana le respondió que él había visto primero al joven y por eso tenía derecho a comérselo solo, ante esto el Apu  Sinti lo reprochó: “No puede ser hermano, nosotros siempre hemos compartido todo, además, eso es lo que nos ha enseñado nuestros padres”.

Así se enfrascaron en una fuerte discusión,  cuyas voces retumbaba en toda la quebrada, hasta que el joven ante tanta bulla se despertó asustado y continuó caminando.

Desde aquel día los dos hermanos se enemistaron e incluso levantaron a sus ayllus del uno contra el otro  encabezando ataques con huaracas y piedras.

Wachwalla, la madre Apu de los dos hermanos, al enterarse de las peleas de sus hijos llamó al gran Amaru o gran serpiente para encargarle la misión de hacer entender a los hermanos  que no sigan peleando y que vivan en paz; pero, el Tiriqmana muy soberbio no aceptó el consejo  de su madre.

El Amaru o  gran serpiente regresó ante la madre Wachwalla manifestándole que sus hijos se habían convertido en malos y soberbios, sobre todo el Tiriqmana que no aceptaba ninguna disculpa de su propio hermano ni escuchaba  los consejos de su madre.

Entonces, la madre  Wachwalla muy indignada dictó una sentencia: “Serpiente,  por haber fracasado en tu misión te convertirás en un gran río y separarás para siempre a mis hijos” y  luego castigó a sus hijos, hizo caer una lluvia de fuego sobre  el Tiriqmana y su pueblo; mientras que al Sinti lo convirtió  en un gran puma de roca maciza para que un día reviva y en la  oscuridad de la noche murió también su Ayllu porque el sol se había escondido por el humo de la lluvia de fuego.

En la actualidad podemos observar a los cerros Sinti y Tiriqmana en la carretera Abancay – Casinchihua, en el sector de Carolina distrito de Pichirhua; el Apu Sinti en forma de puma agazapado, se puede divisar antes de entrar al poblado de Yaca. Y en verdad, cuando visitas las cuevas del Sinti encuentras cientos  de cráneos amontonados, mientras que en el  Tiriqmana los utensilios de piedra  están todos rajados y los esqueletos  humanos calcinados.

Los abuelos al contarnos esta leyenda  nos hacían reflexionar   que no es bueno vivir en discordias y rencillas entre hermanos porque tarde o temprano se paga lo malo que se hace; además, expresaban que algún día el Apu Sinti reviviría para luchar por el pueblo y liberarlo de tanto sufrimiento, “ya los tiempos están cambiando, ya el Pachakutiq está volviendo, pronto los quechuas, los pueblos originarios y  los comuneros seremos fuertes, unidos y libres, pronto nuestros hijos tendrán una mejor vida”, decían en  tono reflexivo y de esperanza.

Autor: Wilman Caichihua Robles 
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