Una verdadera escuela de costumbres, normas y conocimientos necesarios para la sobrevivencia de la comunidad, era el Chiejaus. Allí se aprendía un principio fundamental en la vida de los canoeros: «Nosotros, hombres y mujeres, ante todo debemos ser buenos y útiles a la comunidad».
Cada cinco años, se realizaba el Chiejaus, al que acudían los jóvenes púberes. Se realizaba en un marma o cabaña, cuyo tamaño dependía del número de padrinos, discípulos y maestros.
El lugar donde se levantaría el marma, era acordado por los jefes de familia con meses de anticipación.
Esta escuela yagan podía durar hasta cinco meses, ya que no tenía un tiempo predeterminado.
Procedían así: El director de la ceremonia pintaba su cuerpo de color blanco con rayas rojas transversales. Los participantes se adornaban con lunares y líneas de colores que representaban distintos seres sobrenaturales del mundo yagan.